domingo, 10 de diciembre de 2006

SOBRE LAS MINORÍAS

Hace algunos años yo vivía en un barrio donde había un vecino que tenía una rara costumbre, se ocupaba de evaluar minuto a minuto la vida de los vecinos de su calle. No debía ser nada fácil estar pendiente día a día de mirar por entre las maderitas de la ventana para conocer la hora en que regresaba la vecina que acaba de divorciarse y que tenía dos hijos pequeñitos. Tomarse el trabajo de interrumpir la charla con su propio hijo para correr a esa ventana cada vez que sonaba el motor de un auto, fuese la hora que fuese, con frío, con lluvia, con el calor y los mosquitos asechando. Imponer día a día, mediodía tras mediodía, como tema de conversación en su mesa, las distintas maneras en que esta señora (si se puede llamar señora a una mujer que se ha atrevido a renunciar a los sagrados votos de fidelidad luego de que fuera primero traicionada y luego abandonada por el marido), mira, se viste, camina, habla, canta o llora, sube a un auto o a otro. Bueno, bueno, hay que tener disciplina, no es un oficio para cualquiera.
El estaba siempre alerta. Mi vecino tenía una tablita con la que distinguía así: si la señora entra con un señor a su casa, es puta; si la señora entra con una señora, es lesbiana, si la señora no entra con nadie es zoofílica (ella tenía una perra, entonces sería zoofílica lesbiana)
Esta gente rara, será que yo no me imagino dejando de tomar un mate compartido con mi amiga Pato para saber quien vino a vivir al departamento de arriba. O de estar preparando un baño con velitas porque nos tocó un día sin chicos con Gea, para ver el rostro del motociclista que entra pasadas las 12, las 2, las 4, las 5, vaya a saber que hora, porque ni la miro. No me imagino, custodiando la ventana a no ser que sea para saber cuando llega el sevirmoto que trae la pizza que vamos a comer con Mercedes, Julio, los chicos…como no anda el portero eléctrico , hay que estar atentos para abrirle.
Pero es que este mundo es tan diverso, que entiendo existan esas minorías de gente que elige vivir su vida así, mirando por la persiana, mientras los otros caminan por el mundo con el viento en sus rostros arrancándoles una sonrisa.
Lici y Gea

1 comentario:

Anónimo dijo...

A la vida no hay que contemplarla hay que vivirla. Pero para ello muchas veces hace falta coraje.